jueves, 7 de febrero de 2008

Posibles motivos de la permanencia de los Hermanos Caín y Abel Grim en Guantánamo

Es muy posible que nuestra involuntaria gira guantanamera ( de nosotros, los gemelos Caín y Abel Grim) se debiera a un comentario aparecido en la Encyclopedia Britannica bajo los títulos "Latin American Literatur/ Britannica Book of the Year 2005, y que de manera totalmente ajena a nuestras volátiles voluntades de gauchos a merced del viento, dice: "These Grim brothers are Abeln and Cain, two gaucho minstrels who travel through Patagonia and Uruguay playing the charango and bombo, singing, drinking, and running afoul the police".

miércoles, 6 de febrero de 2008

Caín y Abel Grim en Guantánamo


Esta fotografía testimonial del Daniel Mordzinski (bautizos, bodas, comuniones y funerales, precios módicos tratar aquí) muestra a los hermanos Caín y Abel Grim asomados a la rejas de la suite que compartieron en Guantánamo durante el Día de Acción de Gracias, festividad que los yanquis emplean para comer pavo, ave obtusa por excelencia, de ademanes boludos, de caminar obispal, y de personalidad pusilánime, como los mismos gringos.

martes, 5 de febrero de 2008

Volvemos a las galopadas por las amplias estepas

Sí, pues, luego de unos años de reposo involuntario en Guantánamo regresamos a nuestra tradicional vida y arte a la intemperie, a nuestro destino de gauchos serenos y trémulos, siempre alejados de cualquier posibilidad de jubilación, montepío, o rentas devenidas de nuestro incomprendido arte.

Nuestra estancia en Guantánamo que ya empieza a ser motivo de investigación por parte de los ex-simios (nunca Darwin pensó que tendría tanta razón como en este caso) profesores Orson C. Castellanos, que ahora vive en su retiro espiritual de Cerro Las Ánimas, en una modesta gruta sin aire acondicionado ni internet, y obstinadamente dedicado al estudio del ornitorrinolaringólogo, ese extraño bicho cefalópodo y mamífero tan molesto por su manía de poner los huevos en oídos, nariz y garganta, y Segismundo Ramiro von Klatsch, furibundo bávaro que ahora goza de una beca concedida por "Ampolletas Y se Hizo La Luz", proveedores tradicionales de Faros Australes, y es el único habitante de Isla Bolitas, atroz pedazo de la soberanía chilena en las inmediaciones de Cabo de Hornos llamada así por su irregular y escabrosa superficie de rocas afiladas por el viento, y casi cubierta de testículos de cormoranes, gaviotos, y otras aves que, tras intentar aterrizar en la isla, desistieron entre graznidos lastimeros y de sincero dolor, pues dejaban su partes más sensibles en los filos de piedra.

Se supone que el famoso "pájaro uyuyuy" es natural de Isla Bolitas, pero es una afirmación que nadie ha confirmado. Von Klatsch vive ahí, en el tubo del faro, duerme enrrollado, y se alimenta de algas marinas sumamente digestivas, según afirma a sus únicos visitantes, un tal Yuri, hombre rana boliviano de muy buen corazón, y el capitán Buenos Días Eterovic, que suele atracar en el muelle, y de paso atracar a von Klatsch para que le pague unas platas que le debe.
También José Sarajevo, desde su casa de reposo en Macedonia, hace conjeturas, establece dudosas hipótesis, fabrica teorías y cochecitos de hojalata que más tarde vende en el mercado, respecto de nuestra estadía en Guantánamo.

Nos toca, pues, y todavía vistiendo el mameluco naranja, hacer algunas precisiones que, sin ánimo de jorobar ni de complicarle la vida a nadie, servirán para iluminar a las legiones de estudiosos de nuestras vidas tan llenas de coincidencias pasmosas: somos gemelos, nacimos el mismo día, tenemos los mismos padres, los mismos tíos, los mismos abuelos y la misma pasión por la vida destechada. Empezaremos diciendo que todo se debió a una intromisión de Carlinhos Brown en nuestras "lifes". Nos acercamos a él durante un concierto que daba en la Casa de América, en Madrid, la gente se volvía para mirarnos, a nosotros, los Grim, ataviados con las legendarias botas acharoladas blancas, ponchos "Lacoste", y con las verijas bien sujetas por las chiripás Kelvin Klein made in China. Nos veíamos como monumentos vivientes a Guiraldes, a  don Segundo Sombra, y los mismísimos Inodoro Pereira y Mendieta, habrían exclamado ¡hijuna! al vernos arrastrando las espuelas, levantando virutas viriles en el parquet del salón Bolivar. Queríamos tocar con él, darle una chance a ese muchacho brasileiro, material para su currículo, trocitos de inmortalidad, así que, subimos al escenario, para  desgranar una melancólica samba al ritmo de charango y bombo, los instrumentos que nos identifican cada vez que vamos empeñarlos.

Tocamos unos dos minutos, hasta que Carlinhos Brown, con esa sabiduría lacerante que se aprende en las favelas, nos aconsejó bajar antes de que los antidisturbios nos acribillaran, y de paso nos sugirió dedicarnos a tocar la Guantanamera, himno a la alegría que cantan hasta  en los quilombos de Rejkiavick. No nos avergüenza reconocer que desconocíamos la letra, también la música, pero este es un detalle nimio, y para superar esa falencia, por otra parte comprensible en dos hombres que se han pasado la vida de aquí para allá, de allá para más allá, buscando un lugar receptivo a nuestros talentos, decidimos buscar a personas o instituciones,u ONGes que nos enseñaran la Guantanamera.

En eso estábamos, con pedagógico ánimo, recorriendo las calles de Madrid, ciudad extraña por su fauna: hay unos pájaros muy difíciles de ver y de cazar, por lo que no se sabe que tal serán como sustento de puchero, que cantan solamente cuando los semáforos se ponen en rojo. Para conservar las gauchescas tradiciones a veces yo galopaba montado sobre mi hermano, luego cambiábamos los parches en las heridas causadas por las espuelas, y de jinete a caballo y de caballo a jinete. Era lindo, era épico vernos por a Castellana a galope tendido, con los ponchos al viento, hasta que llegamos a la embajada norteamericana.

"Estos gringos que se las saben todas y si no se las saben las inventan podrán informarnos", pensamos en coro, como gemelos que somos. Íbamos a entrar, los dos teníamos la bota charolada blanca derecha en el aire, cuando un yeti, un ñato de Neanderthal, el pibe de Atapeurca vestido con uniforme de marine, nos ladro: "¿Qué siendo eso? con el cañón del fusil apuntando al bombo legüero de los éxitos musicales por todos ignorados. A coro, como gemelos que somos, alcanzamos a decir "es un bom...", y ya estábamos en el suelo, indignamente en bolas, mientras una yanqui disfrazada de milico y preñada de algún pedazo de basura nos paseaba como perros por los pasillos de la embajada. Extrañas costumbres las de los gringos; insistieron en que nos pusiéramos una boinas que llegan hasta el cuello, unas pulseritas que, si no fuera porque unen las dos manos y por la espalda, serían bastante coquetas, y los mamelucos naranja.

A partir de ese día nos dedicamos al turismo, un vuelo para allá, otro vuelo para más allá, pero ver, lo que se dice ver, vimos poco por culpa de las boinas, hasta que llegamos a un lugar de calor húmedo como lomo de surubí, y caluroso como abrazo de osa. Así es, pues, estábamos en Guantánamo, lugar en el que, incomprensiblemente, nadie conocía ni la letra ni la música de la Guantanamera.

Pero lo que importa es que estamos nuevamente en la brecha, ¡hijuna! gritarán algunos, "Los Grim han vuelto", exclamarán otros, y estos dos gauchos de lifes sin más techumbre que las estrellas seguirán payando versos inmortales como los que siguen:
 
" Aquí venimo a cantar los colores de la tierra
con un contento muy grande, con alegría sin fin
porque la life se agredece aunque nos sea muy perra
payando nos presentamos, somos los hermanos Grim"